Identifican un 'interruptor' interno que puede frenar el dolor crónico

09/10/2025
Nadie quiere sentir dolor, pero cuando es agudo y transitorio cumple una función clave porque nos avisa de que algo va mal, nos ayuda a evitar un peligro y puede salvarnos la vida. Por ejemplo, al tocar un objeto demasiado caliente o al darnos un golpe experimentamos una desagradable sensación que nos sirve como lección para apartarnos la próxima vez. Sin embargo, cuando se trata de dolor crónico se convierte en un grave problema porque puede persistir durante años y en muchos casos es intratable.
Casi 50 millones de personas en Estados Unidos viven con dolor crónico, mientras que En España, un 18% de la población sufre algún tipo de dolor crónico y más de un 5% de lo padece a diario, según la Sociedad Española de Neurología (SEN). Una nueva investigación liderada por el neurocientífico de la Universidad de Pensilvania1 J. Nicholas Betley cuyo objetivo era comprender el origen cerebral del dolor crónico ha descubierto que una zona clave del tronco encefálico actúa como un mecanismo capaz de frenar la transmisión de las señales de dolor hacia el resto del cerebro. Este hallazgo podría ayudar a los profesionales de la salud a entender mejor el dolor crónico y abrir la puerta a tratamientos más eficaces.
El dolor crónico, en cambio, es una alarma que no se apaga. Puede persistir durante meses o años, incluso cuando ya no hay una lesión real. Se calcula que unos 50 millones de personas en Estados Unidos viven con dolor crónico, una condición invisible y difícil de tratar. . "No se trata solo de una lesión que no sana", ha afirmado Betley en una nota publicada por la universidad, "sino de una información cerebral que se ha vuelto sensible e hiperactiva, y determinar cómo silenciarla podría conducir a mejores tratamientos".
Los investigadores han identificado un conjunto de neuronas cruciales: las que expresan el receptor Y1 (Y1R) en el núcleo parabranquial lateral del tronco cerebral. Estas neuronas se activan durante estados de dolor prolongado, pero también procesan otras sensaciones como el hambre, la sed o el miedo. Esto significa que el cerebro puede modular las señales de dolor cuando surgen necesidades más urgentes. Los resultados se han publicado en la revista Nature2 y aportan esperanza: “Existen circuitos en el cerebro capaces de reducir la actividad de las neuronas que transmiten el dolor”, destacan los autores.
Cuando el hambre y el miedo 'apagan' el dolor
Para observar cómo funciona este proceso, los investigadores utilizaron imágenes de calcio que permiten ver en tiempo real la actividad neuronal en modelos de dolor agudo y crónico. Descubrieron que las neuronas Y1R no solo se activan brevemente ante un estímulo doloroso, sino que mantienen su actividad incluso después, en lo que los científicos llaman un estado “tónico”. Betley compara este fenómeno con un motor encendido al ralentí: aunque no haya señales externas de dolor, las neuronas siguen “zumbando”, como si el cuerpo recordara la molestia mucho tiempo después de la lesión.
El interés de Betley por estas neuronas surgió tras una observación curiosa: el hambre parecía reducir el dolor persistente. “Por experiencia propia, sentía que cuando uno tiene mucha hambre, haría casi cualquier cosa para conseguir comida”, dice. “En lo que respecta al dolor crónico y persistente, el hambre parecía ser más eficaz que el Advil para aliviar el dolor”.
Su equipo descubrió que otras necesidades básicas, como la sed o el miedo, también pueden reducir el dolor duradero. Esto sugiere que el cerebro prioriza la supervivencia: cuando hay peligro o necesidad urgente, “apaga” temporalmente el dolor para que podamos actuar. El mecanismo implicado es el neuropéptido Y (NPY), una molécula que regula estas prioridades. Cuando el hambre o el miedo toman el control, el NPY actúa sobre los receptores Y1 para silenciar las señales de dolor.
"El futuro del tratamiento del dolor no consiste solo en diseñar una pastilla, sino también en comprender cómo el comportamiento, el entrenamiento y el estilo de vida pueden cambiar la forma en que estas neuronas codifican el dolor”
"Es como si el cerebro tuviera un interruptor de anulación incorporado", explica la investigadora Nitsan Goldstein, coautora del estudio. "Si te mueres de hambre o te enfrentas a un depredador, no puedes permitirte el lujo de sentirte abrumado por un dolor persistente. Las neuronas activadas por estas otras amenazas liberan NPY, y este silencia la señal de dolor para que otras necesidades de supervivencia tengan prioridad".
Nuevas vías para tratar el dolor crónico
El equipo también descubrió que las neuronas Y1R no forman un grupo uniforme, sino que están dispersas entre distintos tipos de células. “Es como mirar coches en un aparcamiento”, dice Betley. “Esperábamos que todas las neuronas Y1R fueran un grupo de coches amarillos aparcados juntos, pero aquí las neuronas Y1R son como pintura amarilla distribuida entre coches rojos, azules y verdes. No sabemos exactamente por qué, pero creemos que esta distribución en mosaico podría permitir al cerebro atenuar diferentes tipos de estímulos dolorosos a través de múltiples circuitos”.
Lo más prometedor, según Betley, es que este hallazgo podría permitir usar la actividad de las neuronas Y1 como marcador biológico del dolor crónico, algo que hasta ahora no existía. “Muchos pacientes sienten dolor aunque las pruebas no muestren lesión alguna”, dice. “Nuestro trabajo sugiere que el problema podría estar en el cerebro, no en el sitio del daño. Si conseguimos actuar sobre esas neuronas, podríamos desarrollar terapias completamente nuevas”.
Además, estos descubrimientos apuntan a que intervenciones no farmacológicas, como el ejercicio, la meditación o la terapia cognitivo-conductual, también podrían influir en cómo el cerebro procesa el dolor. “Hemos demostrado que este circuito es flexible y se puede ajustar al máximo o al mínimo”, afirma. “Por lo tanto, el futuro del tratamiento del dolor no consiste solo en diseñar una pastilla, sino también ene comprender cómo el comportamiento, el entrenamiento y el estilo de vida pueden cambiar la forma en que estas neuronas codifican el dolor”, concluye.
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Actualizado: 9 de octubre de 2025