Travestismo
El travestismo suele asociarse a la homosexualidad o a la prostitución; lejos de ello, encierra un mundo que abre las puertas a nuevas concepciones alejadas de la estricta dualidad hombre-mujer. Descúbrelo.

Salir del armario y vivir en sociedad como travesti

Georgina Burgos

Por: Georgina Burgos

Sexóloga, psicóloga y escritora

Actualizado: 21 de septiembre de 2022

Para existir y sentirse vivo, el ser humano necesita la mirada del otro porque, como un espejo, le devuelve su existencia. Este momento de presentación en sociedad es una de las vivencias clave en la vida de una persona travesti.

La persona travesti se plantea el dilema de mostrarse ante los demás o permanecer oculta, y es consciente de que llamará la atención y habrá de afrontar la reacción de la familia y de la sociedad. Pero, a pesar de las dificultades e incertidumbres, el travestismo es una vivencia que, para alcanzar su plenitud, se vive en uno mismo en la propia vivencia de ser sexuado y también en la interacción con otras personas y el entorno. Son dos aspectos inseparables.

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Para la persona travesti ocultar y reprimir es sobrevivir, pero también es ser menos auténtico. Fingir un rol que no se siente ante los seres queridos, a algunos les crea una tensión que tarde o temprano explotará; a otros, en cambio, les proporciona la tranquilidad de la continuidad segura, pero al margen de una vida social deseada.

Otra alternativa de vivirse travesti es resguardarse tras el anonimato que ofrece Internet, para acompañar esa soledad de una parte de sí que no puede manifestarse libremente pero tampoco puede ignorarse; o bien, si se va un poco más allá, puede compartirse la vivencia de ser travesti entre personas semejantes, en un espacio solamente habitado por iguales.

Sea cual sea la elección, las consecuencias de mostrar el propio travestismo al prójimo se escapan del control de quien lo muestra, mientras inexorablemente los efectos se integran en la propia vida.

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El deseo de una vida digna como travesti

El deseo de una vida digna también es el deseo de una persona travesti. Y una vida digna requiere  tener las necesidades más básicas cubiertas: contar con una alimentación equilibrada, tener acceso a una sanidad eficaz, vivir bajo un techo que albergue instalaciones de uso cotidiano, disponer de ropa adecuada a la identidad personal y a las circunstancias...,  y también implica tener la oportunidad de ser quien se es.

En general, es doloroso saberse y necesitarse diferente a la mayoría. La lucha interior es ineludible, y enfrentar las consecuencias de la diferencia lleva en muchas ocasiones a lidiar en una crisis existencial agotadora. Un proceso crítico en la vida de una persona puede ser enriquecedor o devastador, según se camine hacia la aceptación y la resolución satisfactoria de los problemas, o hacia la resignación y la frustración, la culpa y la ansiedad, llegando incluso a la depresión profunda y al suicidio.

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Ante cualquier alternativa de identidad sexuada, más aún en las minoritarias, el deseo de una vida digna siempre se sustenta en el derecho de la autodeterminación libre. Sin embargo, para que este derecho sea una realidad, un hecho constatable, no solo corresponde a la persona travesti respetarlo, sino al conjunto entero de la sociedad.

El travestismo, del mismo modo que las otras identidades sexuadas, nos acerca a nuestra esencia, a nuestra compresión de qué es ser hombre y qué es ser mujer y, en definitiva, nos abre un horizonte al conocimiento de la naturaleza humana, en su verdadera y genuina diversidad, a través del proceso de sexualización.

Creado: 22 de diciembre de 2015

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