Desprendimiento de placenta: cómo afecta al parto

El desprendimiento de placenta se produce en uno de cada 120 embarazos, y provoca una hemorragia debida a la rotura de los vasos sanguíneos que conectan placenta y útero. Conoce sus causas, complicaciones y cómo afecta al parto.
Desprendimiento de la placenta

Por: José González Sancho

Periodista especializado en salud y bienestar

Actualizado: 4 de noviembre de 2025

La placenta se encuentra unida a la pared del útero por numerosos vasos sanguíneos. Es un órgano que se desarrolla en el útero durante el embarazo y proporciona nutrientes y oxígeno al feto a través del cordón umbilical. Cuando ocurre un desprendimiento de la placenta, se interrumpe ese suministro de sangre y oxígeno al feto, lo que puede tener graves consecuencias tanto para la madre como para el bebé, por lo que es considerada una complicación grave del embarazo.

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¿Qué es el desprendimiento de la placenta?

El desprendimiento de placenta, también conocido por su nombre en latín abruptio placentae, consiste en la separación de la placenta de la pared uterina, parcial o totalmente, antes o durante el parto. Este fenómeno se produce, aproximadamente, en uno de cada 120 embarazos, y provoca una hemorragia debida a la rotura de los vasos sanguíneos que conectan placenta y útero.

Hay que distinguir tres grados en el desprendimiento de placenta, atendiendo a su gravedad:

  • Grado 1: el sangrado es escaso, con pocas contracciones uterinas. No hay signos de sufrimiento fetal, ni baja presión sanguínea de la madre.
  • Grado 2: la hemorragia es moderada, con más contracciones uterinas, y la frecuencia cardiaca del feto puede indicar que existe sufrimiento.
  • Grado 3: el desprendimiento total (o casi total) de la placenta es infrecuente, pero grave. En este caso, el sangrado es intenso, o permanece oculto. Las contracciones uterinas son continuas, con dolor abdominal y baja presión sanguínea de la madre, que puede sufrir un shock. Es necesario practicar una cesárea de urgencia para salvar al bebé, pero si el feto no está suficientemente desarrollado, morirá, ya que no se puede detener el desprendimiento de la placenta.

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Desprendimiento de la placenta y causas

Causas del desprendimiento de placenta

Salvo en aquellos casos en los que se haya producido un traumatismo directo del útero, como un accidente de coche o cualquier otro tipo de impacto, no se conocen las causas del desprendimiento de la placenta, aunque sí se asocia con ciertos factores de riesgo que aumentan la probabilidad de que ocurra:

  • Hipertensión (presión arterial alta) durante el embarazo: es la causa más frecuente. Tanto la hipertensión crónica (que ya existía antes del embarazo) como la hipertensión gestacional o la preeclampsia pueden dañar los vasos sanguíneos de la placenta, haciendo que se desprenda parcial o totalmente.
  • Tabaquismo o consumo de alcohol u otras drogas: estas sustancias, sobre todo la cocaína, alteran la circulación sanguínea de la placenta y aumentan significativamente el riesgo.
  • Embarazo previo con desprendimiento de placenta.
  • Embarazo múltiple (gemelos, trillizos…): cuando hay dos o más bebés, el útero se distiende más y esto puede favorecer que la placenta se despegue antes de tiempo, sobre todo tras el nacimiento del primer gemelo.
  • Anomalías o infecciones del útero.
  • Alteraciones de líquido amniótico: cuando se produce una pérdida brusca del líquido amniótico, el útero puede contraerse rápidamente y “tirar” de la placenta, favoreciendo el desprendimiento.
  • Edad avanzada de la madre gestante: el riesgo es mayor en mujeres mayores de 35 años o que ya han tenido un desprendimiento de placenta previo. También puede aumentar si ha habido varios partos o embarazos anteriores.
  • Diabetes o trastornos de la coagulación.
  • Lesiones abdominales traumáticas: un golpe fuerte en el abdomen —por ejemplo, en un accidente de coche o una caída— puede hacer que la placenta se separe de la pared uterina.
  • Rotura prematura de membranas: si la bolsa que contiene el líquido amniótico se rompe mucho antes del parto, puede facilitar el desprendimiento.

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Embarazada con síntomas de desprendimiento de la placenta

Síntomas del desprendimiento de placenta y complicaciones

Como en otras complicaciones relacionadas con la placenta, el sangrado vaginal es el síntoma más común, en este caso acompañado de dolor abdominal y contracciones uterinas. Los síntomas pueden variar según la extensión del desprendimiento (si es pequeño o grande) y la cantidad de sangre acumulada. En algunos casos son muy evidentes, pero en otros pueden pasar más desapercibidos, sobre todo si el sangrado queda retenido dentro del útero.

Los síntomas del desprendimiento de placenta pueden asemejarse a los de otros trastornos similares e incluyen:

  • Sangrado vaginal: es el signo más frecuente. El sangrado puede ser ligero o abundante y puede variar en color desde rojo brillante hasta rojo oscuro, y no siempre coincide con contracciones. A veces es abundante, pero en algunos casos, el sangrado puede ser interno y no ser visible externamente, ocurre cuando la sangre queda atrapada detrás de la placenta, lo que hace que el sangrado externo sea mínimo aunque la situación sea grave. Por eso, la cantidad de sangre visible no siempre refleja la gravedad del desprendimiento.
  • Dolor abdominal intenso y constante: el dolor puede ser súbito y agudo, concentrándose en la parte superior del abdomen, aunque también puede irradiar hacia la espalda. A diferencia de las contracciones normales del parto (que son rítmicas y con pausas), aquí el dolor es continuo, con una sensación de tensión o rigidez uterina.
  • Contracciones uterinas: pueden sentirse como contracciones regulares y persistentes, similares a las del parto, incluso si aún no es el momento esperado para el parto.
  • Náuseas y malestar general: puede experimentar síntomas como mareos, náuseas, vómitos, sudor frío, palidez, taquicardia o incluso shock debido a la pérdida de sangre.
  • Disminución de los movimientos del feto: el bebé puede moverse menos o de forma más débil si la placenta deja de enviarle suficiente oxígeno. Si estás siendo monitoreada médicamente, podrían notar cambios en la frecuencia cardíaca del bebé que podrían indicar problemas debido a la falta de oxígeno y nutrientes. En algunos casos, los movimientos cesan bruscamente, lo cual es una señal de alarma grave.
  • Rigidez uterina: la parte abdominal puede sentirse rígida, tensa y dolorosa al tacto debido a la contracción constante de los músculos uterinos. Es una característica muy típica que ayuda al diagnóstico.
  • Sangre en el líquido amniótico.
  • Hemorragia posparto.

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Es importante destacar que no todas las mujeres que experimentan un desprendimiento de placenta experimentarán todos estos síntomas. Algunas mujeres pueden tener síntomas leves o atípicos. Si sospechas que podrías estar experimentando un desprendimiento de placenta o tienes alguno de estos síntomas, es crucial buscar atención médica de inmediato, ya que esta condición puede ser peligrosa tanto para la madre como para el bebé y requiere una evaluación y tratamiento médico urgente.

Complicaciones del desprendimiento de placenta

Las consecuencias dependen de la magnitud del desprendimiento y de la rapidez con la que se actúe. Pueden afectar tanto a la madre como al bebé.

Complicaciones en la madre

  • Hemorragia grave: el principal riesgo es la pérdida masiva de sangre, que puede provocar shock hemorrágico y comprometer órganos vitales (riñones, hígado, corazón). En ocasiones es necesario realizar transfusiones de sangre o incluso una cesárea urgente para controlar la situación.
  • Coagulación intravascular diseminada (CID): en desprendimientos extensos, la sangre libera sustancias que alteran el sistema de coagulación, provocando sangrados en distintos puntos del cuerpo. Es una complicación poco frecuente pero muy grave.
  • Anemia y fatiga posparto: incluso cuando el desprendimiento es parcial, puede dejar secuelas por la pérdida de hierro y sangre, dificultando la recuperación después del parto.
  • Riesgo en embarazos futuros: haber sufrido un desprendimiento aumenta la probabilidad de que vuelva a ocurrir en un embarazo posterior, por lo que la mujer debe tener un control obstétrico más estrecho.

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Complicaciones en el bebé

  • Falta de oxígeno (hipoxia fetal): la placenta es el “pulmón” del bebé. Si se desprende, disminuye la llegada de oxígeno y nutrientes. Esto puede provocar sufrimiento fetal agudo, y si no se actúa con rapidez, daño neurológico o incluso muerte fetal intrauterina.
  • Parto prematuro: muchas veces, el desprendimiento desencadena contracciones y un parto antes de tiempo. Dependiendo de la semana de gestación, esto puede implicar complicaciones respiratorias o infecciosas para el recién nacido.
  • Restricción del crecimiento intrauterino: si el desprendimiento es parcial y se mantiene durante un tiempo, puede limitar la nutrición del bebé, que crece más lentamente de lo esperado.

Tratamiento del desprendimiento de la placenta

Generalmente, cuando el desprendimiento de la placenta es leve no suele entrañar peligro, ni para la madre ni para el feto. Sin embargo, ya que no es posible interrumpir el desprendimiento de la placenta una vez que se inicia, ni reimplantarla nuevamente, si el embarazo está casi a término, probablemente el médico aconseje adelantar el parto para evitar complicaciones.

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Cuando una mujer llega al hospital con síntomas de desprendimiento, lo primero es evaluar rápidamente su estado general y el del bebé. Para ello, se coloca a la paciente en una camilla con control constante de la presión arterial, pulso y respiración. Se canalizan vías intravenosas para reponer líquidos y, si es necesario, transfundir sangre. Se administran oxígeno y se monitoriza la frecuencia cardíaca fetal mediante un monitor o cardiotocografía. El objetivo inicial de esto es mantener estables las constantes vitales y valorar la gravedad antes de decidir el tratamiento definitivo.

El desprendimiento de placenta aumenta el riesgo de parto prematuro por lo que, cuando se diagnostica, se pueden administrar a la madre fármacos destinados a acelerar la maduración de los pulmones del feto, para minimizar los problemas derivados de un nacimiento pretérmino.

Si el desprendimiento continúa, la mujer tiene hemorragias importantes o el feto presenta dificultades, normalmente se practica una cesárea.

En cualquier caso, el tratamiento del desprendimiento de placenta depende de varios factores: la cantidad de placenta desprendida, la intensidad del sangrado, el estado de la madre y del bebé, y la semana del embarazo. Así, según la gravedad del desprendimiento, tenemos que:

  • Desprendimiento leve o parcial: si el sangrado es escaso, el bebé no presenta signos de sufrimiento y el embarazo está lejos del término (por ejemplo, antes de la semana 34), el objetivo aquí será vigilar y prevenir que el desprendimiento avance. En este caso, el tratamiento apunta a reposo absoluto en el hospital o en casa, según la situación, junto a un control continuo de la tensión arterial, la frecuencia fetal y la cantidad de sangrado. Se pueden administrar medicamentos tocolíticos (para reducir las contracciones) y corticoides, que ayudan a madurar los pulmones del bebé si es probable que el parto se adelante. En muchos casos, si la situación se mantiene estable, se intenta prolongar el embarazo para ganar tiempo y madurez fetal.
  • Desprendimiento moderado: si hay sangrado más importante o el bebé empieza a mostrar signos leves de sufrimiento, el manejo suele ser hospitalario y más estricto. En general, se intenta no adelantar el parto innecesariamente, pero tampoco poner en riesgo a la madre ni al bebé. Así pues, se tiende a mantener a la madre ingresada en observación continua. Se repiten controles de coagulación y hemoglobina. Si el embarazo ya está avanzado (por encima de las 36-37 semanas), o si la situación se agrava, se decide inducir el parto o practicar una cesárea.
  • Desprendimiento grave o total: en los casos más severos, la placenta se separa casi por completo, lo que interrumpe el suministro de oxígeno al bebé y provoca una hemorragia importante en la madre. Ante esta situación, la rapidez es vital: cada minuto cuenta para evitar complicaciones graves. Se considera una emergencia obstétrica, por ello, ante esta situación, se realiza cesárea urgente para extraer al bebé lo antes posible. Se reponen líquidos y sangre para estabilizar a la madre. Si la coagulación está alterada, se administran plasma o plaquetas. En casos extremos, puede ser necesario retirar el útero (histerectomía) si la hemorragia no se controla, aunque es una medida excepcional.

Cuidados después del parto

Tras el parto, la madre permanece bajo vigilancia intensiva durante las primeras horas. Se controlan los signos vitales y el sangrado uterino. Se hacen análisis para comprobar la coagulación y los niveles de hemoglobina. En caso de gran pérdida de sangre, se continúa con transfusiones o hierro intravenoso.

El bebé, si nació prematuro o sufrió falta de oxígeno, puede requerir cuidados en la unidad neonatal.

Por otro lado, un desprendimiento de placenta puede ser una experiencia muy angustiante. Por eso, además del control físico, es fundamental ofrecer apoyo psicológico y seguimiento ginecológico en los meses siguientes.

También se recomienda esperar un tiempo prudente antes de intentar un nuevo embarazo (habitualmente 6-12 meses). Y, en el siguiente embarazo, realizar controles más frecuentes, con especial atención a la tensión arterial y el bienestar fetal.

Creado: 19 de octubre de 2010

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