Los perros callejeros de Chernóbil tienen perfiles genéticos únicos

Un estudio que ha analizado la genética de 302 perros callejeros que viven cerca de la central nuclear de Chernóbil encuentra diferencias genéticas que les hacen únicos y les distinguen de otras poblaciones caninas. Varios expertos ponen en duda que se deba a la radiación.
Perro callejero en Chernobyl

06/03/2023

Hace más de tres décadas –el 26 de abril de 1986– explotó el reactor número 4 en la Central Nuclear de Chernóbil y a consecuencia de ello se liberaron a la atmósfera grandes cantidades de sustancias radiactivas, como cesio-137 o iodo-131, entre otras. Las autoridades establecieron la zona de exclusión de Chernóbil (ZEC) en 2.600 km2 a la redonda y evacuaron a la población, indicándoles que no llevaran consigo a sus mascotas porque podrían estar contaminadas con la radiación. Muchos animales fueron sacrificados por los soldados soviéticos para evitar que se propagase la contaminación radiactiva, pero algunos se escondieron en campamentos cercanos y edificios vacíos y lograron sobrevivir… y reproducirse.

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Un estudio ha analizado ahora la genética de 302 perros asilvestrados que viven junto a esta central nuclear o en Prípiat (la localidad más cercana), o en zonas situadas entre 15 y 45 kilómetros del lugar donde se produjo la catástrofe. Sus autores afirman que presentan diferencias genéticas en función de la distancia a la que se encuentran respecto a la central y que los diferencian de otras poblaciones de perros, haciéndolos genéticamente únicos.

Los hallazgos, que se han publicado en Science Advances, podrían revelar tanto los efectos duraderos de la radiación en los animales como los rasgos genéticos que podrían haber ayudado a ciertos perros a evitar los peores efectos del desastre en su salud. Aunque los autores reconocen que es pronto para decir si el entorno radiactivo ha contribuido a estos perfiles genéticos únicos de los perros de Chernobyl, afirman que su estudio “presenta la primera caracterización de una especie doméstica en Chernobyl, estableciendo su importancia para los estudios genéticos sobre los efectos de la exposición a radiación ionizante de dosis baja a largo plazo”.

“Se trata de un estudio importante y riguroso que sienta las bases para estudiar si la exposición continuada a la radiación podría dejar cicatrices en el genoma, una cuestión acuciante para animales y humanos”

Los investigadores tomaron muestras de sangre a estos perros y las compararon con las de canes de diferentes países y con la de perros callejeros que viven en Vínnitsa, una ciudad ucraniana que se encuentra a 350 kilómetros al suroeste de Chernóbil. Los resultados del análisis, según estos científicos, permiten clasificar a los animales en tres poblaciones diferentes desde el punto de vista genético dependiendo de la distancia a la que viven de la central, lo que sugiere que la exposición a la radiación podría haber afectado más a los genes de unos individuos que a los de otros.

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En los efectos de la radiación ionizante destaca el estrés oxidativo y el daño celular y en el ADN, lo que depende de la dosis recibida y el tiempo de exposición, pero los autores del estudio no han publicado datos sobre alteraciones que hayan experimentado estos perros ni si han encontrado cambios en la tasa de mutación. Estos científicos han identificado en total 15 estructuras familiares complejas exclusivas de la población de Chernóbil en comparación con otros perros de todo el mundo. También encontraron amplias variaciones genómicas dentro y entre ubicaciones geográficas de la ZEC, “lo que sugiere que estos perros se desplazan entre emplazamientos, viven cerca unos de otros y se reproducen libremente”, afirman en un comunicado de prensa.

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Los perros que han estudiado no comparten ninguna característica diferencial externa. Gabriella Spatola, bióloga de la Universidad de Carolina del Sur (Estados Unidos), ha reconocido en declaraciones a elDiario.es, que no han realizado estudios de expresión genética, ni han detectado enfermedades más prevalentes en estos animales: “Esto no es algo que hayamos investigado en el estudio”.

Aunque han comprobado que su esperanza de vida es más corta –3-4 años frente a los 10-12 años que puede vivir un perro doméstico– no lo atribuyen necesariamente a la radiación, sino que consideran probable que se deba a que al ser perros vagabundos tienen que soportar condiciones climáticas extremas (inviernos fríos) y no reciben los mismos cuidados que las mascotas en el hogar, aunque muchos son alimentados por los guardias y reciben cuidados veterinarios por el proyecto Investigación de Perros de Chernóbil, una iniciativa que se puso en marcha en 2017.

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Los investigadores han advertido que todavía no está claro hasta qué punto las poblaciones de perros se han expandido desde sus ancestros de 1986, cuántas poblaciones diferentes quedan, cuál es la diversidad de estas poblaciones, o si están limitadas por restricciones geográficas. En su opinión, “la comprensión de los fundamentos biológicos de la supervivencia animal y humana en regiones donde la agresión ambiental es elevada y continua” es el mayor potencial de esta investigación.

No prueba los posibles efectos de la radiación en seres vivos

Varios expertos no consideran relevantes los resultados del estudio porque consideran que no aporta pruebas sobre los posibles efectos de la exposición a la radiación en estos animales. Germán Orizaola, investigador en el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad de la Universidad de Oviedo, ha explicado en declaraciones a SMC España: “Desde mi punto de vista hay muchas limitaciones para considerar el estudio como relevante desde el punto de vista de los efectos de la contaminación radiactiva sobre los organismos vivos. El principal, que no se mide la exposición a radiación en ninguno de los individuos estudiados, y por tanto hace que el estudio carezca de interés, como tal, desde el punto de vista radiológico”.  

“Este estudio no vincula en modo alguno las diferencias en la estructura de la población canina con la radiación actual en Chernóbil”

“Un aspecto preocupante es el hecho de que los autores no parezcan distinguir entre los efectos iniciales del accidente y la situación actual, más de tres décadas después con un cambio radical en los niveles de radiación y la identidad de las sustancias radiactivas. En el artículo se insiste en que el accidente generó “una catástrofe ecológica de proporciones masivas” y “que muchas especies no se han recuperado de las consecuencias de la catástrofe” (sin aportar datos que respalden estas afirmaciones), ignorando los trabajos que indican que en la actualidad la Zona de Exclusión de Chernóbil es una de las mayores reservas naturales de Europa, ejemplo de procesos de renaturalización pasiva, y con ejemplos claros y abundantes de especies con incrementos poblaciones notables”.

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James Smith, profesor de ciencias ambientales en la Universidad de Portsmouth (Reino Unido), afirma también en declaraciones a SMC España: “Este estudio analiza la estructura de la población de perros en Chernóbil y concluye que tenían estructuras de población diferentes a las de otras dos poblaciones de perros que vivían en libertad. Sin embargo, es importante señalar que este estudio no vincula en modo alguno las diferencias en la estructura de la población canina con la radiación actual en Chernóbil. Solo muestra que hay una mezcla diferente de razas y familias en Chernóbil en comparación con los otros lugares, lo cual no es un hallazgo sorprendente dado que la población actual depende de la mezcla particular de razas que sobrevivieron al sacrificio de animales domésticos en 1986, así como a las introducciones posteriores”.  

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“Creo que el artículo podría inducir a error al lector al afirmar que «aunque algunas especies parecen haberse recuperado –probablemente debido a la ausencia de perturbaciones humanas–, muchas no lo han hecho», citando un artículo dirigido por mí, cuando en realidad nuestro artículo no respalda en absoluto la afirmación de los autores de que muchas no se han recuperado. Me sorprende que los autores no indiquen claramente en el artículo que sus resultados no demuestran que la radiación esté causalmente relacionada con las diferencias en la estructura de la población de perros de Chernóbil. También me sorprende que el título del comunicado de prensa afirme que ‘Los perros de Chernóbil pueden ser genéticamente distintos debido a los diferentes niveles de exposición a la radiación’, cuando el artículo no presenta pruebas que apoyen una relación causal entre la estructura de la población y la dosis de radiación”.  

“Eso no quiere decir que las dosis de radiación extremadamente altas en algunas zonas durante las primeras semanas después del accidente no pudieran haber tenido un impacto significativo en las poblaciones de animales domésticos y salvajes. La falta de pruebas en este trabajo tampoco demuestra que no hubiera efectos de la radiación sobre los animales en Chernóbil”.

Por su parte, Stephen Chanock, director del área de Epidemiología y Genética del Cáncer del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, parece haber encontrado el trabajo más interesante y afirma a SMC España que “Se trata de un magnífico estudio de los cambios en la genética de las poblaciones de perros del emplazamiento de Chernóbil y sus alrededores. Los autores han evaluado cuidadosamente cómo han cambiado los cambios en el parentesco bajo la presión de un entorno restringido, aquí impulsado por las zonas establecidas para contener a los animales que deambulan por regiones contaminadas por la radiación que persiste tras la deposición posterior al accidente de 1986”.

“Este estudio es un primer paso para evaluar cómo y de qué manera la exposición a la radiación ionizante ambiental (en este caso Cesio-137) podría afectar a las generaciones posteriores, algo que no se informó –ni se evaluó– en este estudio de variantes comunes compartidas entre perros. Se trata de un estudio importante y riguroso que sienta las bases para estudiar si la exposición continuada a la radiación podría dejar cicatrices en el genoma, una cuestión acuciante para animales y humanos”. 

“El trabajo está bien realizado y aporta detalles fascinantes sobre poblaciones de perros sometidas a fuertes presiones. [Sin embargo] el diseño del estudio no permite explorar los cambios reales en el genoma debidos a una amplia exposición a la radiación. Es de esperar que el próximo estudio aborde esta cuestión, y es importante hacerlo en la misma población estudiada aquí para comprender mejor cómo afecta al genoma una exposición constante a la radiación ionizante ambiental”.

Actualizado: 5 de mayo de 2023

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