Culpar a los demás: cómo cambiar y asumir tu responsabilidad

A veces somos incapaces de asumir nuestra culpa y responsabilizamos a los demás de nuestros errores. Conoce los factores que influyen a la hora de tener este comportamiento, y las claves para dejar de hacerlo y asumir tus propias responsabilidades.
Mujer señalando a los demás
Dra. Vanesa Fernández López

Por: Dra. Vanesa Fernández López

Psicóloga, especialista en emociones

Actualizado: 6 de octubre de 2023

La culpa es una emoción natural que surge cuando sentimos que algo ha ido mal debido a nuestros actos (culpa por acción) o por la ausencia de estos (culpa por omisión), que nos ayuda a reflexionar sobre lo ocurrido con el fin de facilitarnos una conducta más certera para la próxima vez. Por eso, aunque no nos guste, podemos decir que la culpa es una emoción buena que nos ayuda a ser más eficaces. Sin embargo, a nadie le gusta sentirse culpable y mucho menos ser señalados por otros como tal.

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La mayoría de la gente asumimos el sentimiento de culpa con cierto grado de malestar, pero hay personas que no admiten la culpa en ningún momento, e incluso llegan a culpar a los demás de sus responsabilidades. Este tipo de personas no solo no aprovechan la experiencia que les brinda esta emoción, sino que hacen sentir mal a la persona a la que culpabilizan, alterando así sus relaciones sociales, o sometiendo a otros a soportar un malestar que no les corresponde. Es importante asumir nuestras responsabilidades y no “echar balones fuera” para poder crecer y que nuestra relación con los demás no se vea a afectada. Veamos las claves para conseguirlo.

Perfil de las personas que echan la culpa al otro

El perfil de personalidad y los motivos que conducen a un individuo a echar a otro la culpa de sus errores es muy variado. Puede fluctuar desde personas muy inseguras que no soportan la presión de la culpa, hasta narcisistas que se creen los más preparados en un mundo rodeado de gente a la que consideran mediocre. Pero todos comparten un motivo: librarse del malestar emocional que causa la culpa, o de las consecuencias (legales, sociales, personales) de la misma. Con el fin de destacar los rasgos más distintivos de las personas que tienden a culpar a los demás se pueden señalar las siguientes características:

  • Falta de autocrítica: ante un problema no son capaces valorar qué han hecho ellos para que las cosas no vayan bien. Son categóricos, es decir, la culpa la tiene una u otra persona y, en este caso, son los otros. No saben analizar qué podrían haber hecho ellos, o en qué se confundieron y analizar su comportamiento para mejorar.

  • Inseguridad: frecuentemente se sienten indefensos ante el error, no saben cómo repararlo. Este hecho afecta enormemente a su autoestima. Por ello, en lugar de enfrentarlo, lo evitan haciendo como que no ha existido con el fin de proteger su autoconcepto.

  • Narcisismo: en otras ocasiones son personas altamente prepotentes que sienten que su valor personal es mayor que el del resto, a los que juzgan como mediocres. Consideran que, si ellos han cometido un error, éste viene derivado de la negligencia de los otros o de sus malas acciones, ya que sin su “incompetencia” ellos no se habrían confundido.

  • Falta de empatía: no saben ponerse en el lugar del otro, por lo que no perciben cómo les hacen sentir a los demás.

  • Falta de responsabilidad emocional o afectiva: en otras ocasiones, son conscientes del daño que hacen culpabilizando al otro, pero no les importa cómo les hace sentir. También se muestran indiferentes ante la causa del daño emocional que le producen a los demás.

  • Frialdad emocional: son personas poco cercanas y sus relaciones con los demás tienden a ser superficiales. No saben dar ni recibir afecto de forma sana.

  • Cobardía: cuando uno culpa a otros está demostrando sus miedos y cobardía para afrontar los problemas que en este caso le corresponden.

Consecuencias de echar la culpa a los demás

Consecuencias de echar la culpa a los demás

Las consecuencias de no asumir la culpa y culpar a los demás de nuestros errores se hacen evidentes en el plano personal y en el de las relaciones sociales.

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El plano personal hace referencia a los aspectos emocionales y al crecimiento personal, y su consecuencia más inmediata es la falta de tolerancia a la frustración, una actitud propia de un niño que no ha aprendido a manejar sus emociones. Los adultos que no saben asumir su culpa no han alcanzado el nivel de crecimiento personal que les correspondería y echar la culpa a los otros dificulta aún más esta tarea, ya que no son capaces de desarrollar herramientas para aprender a tolerar el malestar que genera la culpa. Lo que hacen es evitarlo culpando a otros. Esto alivia su tensión a corto plazo, por lo que aprenden que es eficaz, pero, a largo plazo, este comportamiento no solo les impide desarrollar herramientas para soportar su malestar, sino también para hacer frente a sus errores asumiéndolos, o reparándolos.

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En lo que respecta al plano social, como ya hemos advertido antes, las relaciones sociales de las personas culpabilizadoras se ven notablemente deterioradas, y pueden producirse dos situaciones: soledad indeseada y relaciones tóxicas.

Las personas que se percatan de su intención de culparlas y cargarlas con sus responsabilidades se alejan de ellas, puesto que nadie quiere sentirse constantemente castigado, y mucho menos cuando no ha hecho nada para merecerlo.

Por otro lado, hay otro tipo de personas que no se dan cuenta de sus intenciones, o no saben cómo escapar, y acaban sucumbiendo a sus acusaciones y sacrificando así su propia autoestima y bienestar emocional. Son personas sometidas que mantienen con los culpabilizadores relaciones que no son sanas y que se basan en el miedo, la dependencia y el chantaje emocional.

Cómo dejar de echar la culpa a otros y asumir tus responsabilidades

Cómo dejar de echar la culpa a otros y asumir tus responsabilidades

Si has leído hasta aquí, te habrás dado cuenta de que echar la culpa a los demás no es la solución a tus problemas. Para crecer, para madurar y sentirte completo, es necesario que asumas tus propias responsabilidades. Te damos algunas pautas para ponértelo más fácil:

  1. Analiza lo que ha ocurrido: trata de analizar los hechos para comprender la globalidad de la situación; dónde estuvo el fallo, en qué te has confundido, qué factores han sido determinantes para que suceda, etcétera.

  2. Reparte responsabilidades si es necesario, pero recuerda no quedarte “a cero”: asumir la culpa no significa que tengas que cargar con la totalidad de esta. Admite tu parte para poder aprender del error y rectificar, pero no cargues con la de los otros.

  3. No te castigues con los “por qué ocurrió” y busca los “cómo resolverlo”: es importante que adoptes un pensamiento constructivo que te ayude a solucionar lo ocurrido.

  4. Deja de lado los pensamientos castigadores: olvida los reproches, los “y si hubiera…”, o los “por qué se me ocurrió…”. Si en una partida de cartas supiéramos de antemano cómo van a comportarse los demás, tal vez hubiéramos jugado una partida distinta.

  5. Contextualiza tu error: el que te hayas confundido no te convierte en una persona “errónea” o “equivocada”. Ha sido solo un error, eso es todo. Todos nos confundimos, pero debemos responsabilizarnos de nuestras equivocaciones para enmendarlas.

  6. Habla de forma asertiva de tu error: evitar hablar de ello o tratar de disimularlo te hará sentir peor o buscar a otros responsables. Una persona que reconoce de forma asertiva sus errores resulta más segura ante los demás.

  7. No magnifiques tu error, ni minimices tus recursos de afrontamiento: no agrandes el error o el posible impacto de este. Tampoco pienses que ya no podrás hacer nada para resolverlo. Raramente los errores son eternos. En su lugar, intenta ser objetivo con lo ocurrido y valora los recursos de los que dispones para poder resolverlo tú mismo, o con la ayuda de otra persona a quien puedas pedir ayuda.

Creado: 6 de octubre de 2023

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