Nuestro bebé está incómodo, se retuerce y se tira muchos pedetes. Lo más probable es que sufra gases, un mal habitual en recién nacidos. Te explicamos cómo prevenirlos y cómo ayudarle a expulsarlos para aliviar sus molestias.
Causas de los gases en los bebés y cómo identificarlos
Periodista especializada en bienestar, embarazo e infancia
Actualizado: 24 de enero de 2023
Todo el mundo, en mayor o menor medida, tiene gases, pero sin duda los bebés los sufren más porque su sistema digestivo está recién estrenado y todavía no es capaz de procesar bien su principal alimento en los primeros meses, la leche, ya sea materna o de fórmula. También conviene ir con cuidado una vez iniciada la dieta sólida.
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Por todo ello, conviene conocer los factores más comunes que generan gases en los bebés e identificar cuáles son los que los provocan en tu pequeño para poder ponerles remedio:
No sacar bien el aire después de las tomas. Es primordial que nuestro bebé eructe después de ingerir su leche, bien de pecho –en cuyo caso lo hará entre uno y otro– o de biberón.
Una mala postura de succión: el bebé traga mucho aire mientras come porque no tiene la boca completamente cerrada en torno al pezón o la tetina
Cólicos del lactante: si vuestro bebé los sufre, éstos le provocarán crisis de llanto prolongado, lo que hará que trague aire y sea más propenso a tener gases.
Intolerancias lácteas: la difícil digestión de la lactosa, las proteínas y otros nutrientes presentes la leche materna o de fórmula. Esta intolerancia va acompañada de deposiciones abundantes y muy ácidas, retortijones y llanto.
APLV: algunos lactantes pueden ser alérgicos a la proteínas de la leche de vaca (APLV) y tener dificultades intestinales. En estos casos, la madre tiene que dejar de tomar lácteos o, en el caso de que tome biberón, hay que recurrir a fórmulas especiales.
La introducción de alimentos sólidos puede causar pequeños desórdenes alimentarios y gases mientras el bebé se acostumbra a su nueva dieta. En este sentido, es importante evitar verduras flatulentas como el brócoli o la coliflor en sus purés hasta que no sea un poco más mayorcito, hacia los ocho meses.
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*Falso mito: Existe la creencia generalizada, y completamente errónea, de que si la madre toma alimentos flatulentos como las legumbres, los gases que producen se transmiten a la leche, lo cual es completamente falso.
Cómo diferenciar gases, cólico y reflujo en bebés
En bebés muy pequeños resulta a veces complicado distinguir si éste sufre los famosos cólicos del lactante, reflujo gastroesofágico o simplemente gases, o bien alguna de estas tres dolencias combinadas. Te explicamos las principales diferencias entre ellos:
Cólicos del lactante: entre los quince días y los cuatros meses de vida es muy frecuente que el bebé rompa a llorar desconsolado, en general por la tarde-noche, una llantina que puede durar desde minutos a varias horas. Si este patrón se repite durante al menos tres horas al día, tres días a la semana y al menos tres semanas, estamos ante los famosos y misteriosos cólicos del lactante, de origen aún desconocido y sin remedio comprobado –más allá de la paciencia–. Tanto lloro y desconsuelo provocará, muy probablemente, que el bebé trague aire, con lo que conviene tomar las medidas oportunas para confortarle.
Reflujo gastroesofágico: casi todos los bebés expulsan un poco de leche –regurgitan– después de las tomas, una costumbre que tiende a desaparecer al cabo del año. Sin embargo, a veces, este reflujo viene acompañado con otros síntomas que se pueden confundir con gases: el bebé arquea la espalda durante la toma o justo después, no tiene mucho apetito o está irritado cuando ha acabado de comer: se trata de un tipo de reflujo, llamado gastroesofágico, más grave y duradero que deberá ser diagnosticado y tratado por un pediatra.
Gases: no es más que aire que entre o se produce en nuestro cuerpo y que es necesario expulsar, en el caso de los bebés, con eructos o con pedetes frecuentes y ¡muy poco recato! Si un bebé tiene gases no querrá seguir comiendo, agitará las piernas, se retorcerá, llorará… si después de expulsarlo por arriba o por abajo se relaja, es que ese era el origen de su malestar.
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Sin embargo, si observamos que el problema persiste y no tenemos claro su origen, lo mejor es acudir al pediatra para descartar posibles patologías, intolerancias alimentarias o alergias.