Efecto avestruz: revelan a qué edad empezamos a evitar la información molesta

29/09/2025
Estamos sometidos a un incesante bombardeo de estímulos e información y a veces nos gustaría poder esconder la cabeza bajo tierra –lo que los psicólogos denominan "efecto avestruz" en referencia al mito sobre las avestruces que esconden su cabeza para supuestamente evitar un peligro– como un recurso para aliviar la ansiedad o el estrés que nos generan. Un ejemplo típico de este comportamiento sería el de aquellos que no acuden al médico por temor a que los síntomas que experimentan se conviertan en una enfermedad diagnosticada.
Ignorar los datos no hace que desaparezcan, pero nos puede tranquilizar. Sin embargo, cuando somos pequeños mostramos un gran interés por todo lo que nos rodea. ¿En qué momento y por qué dejamos de ser niños curiosos que preguntan sin parar y nos convertimos en adultos que prefieren no saber? Para responder a esta pregunta un equipo de científicos de la Universidad de Chicago1 ha llevado a cabo un estudio que ha revelado que cuanto más crecen los niños, más aumenta su tendencia a evitar información desagradable.
De “quiero saberlo todo” a “mejor no me lo digas”
Los niños de 5 y 6 años todavía muestran mucha curiosidad, pero entre los 7 y los 10 ya se observa un cambio: son capaces de esquivar ciertos datos si creen que les van a generar emociones negativas. “Para comprender los orígenes de los comportamientos de toma de decisiones y cómo cambian con el tiempo, la única población que puede brindar información son los niños”, ha explicado Radhika Santhanagopalan, la investigadora que ha dirigido el trabajo.
Mientras estudiaba su doctorado en psicología y negocios, Santhanagopalan se topó con una paradoja. En sus clases de empresa veía cómo los adultos evitan cierta información —como no mirar un análisis médico, o ignorar un mal resultado en la bolsa— aunque eso les perjudique. En cambio, en sus clases de psicología infantil los niños parecían justo lo contrario, ya que se mostraban insaciablemente curiosos.
Esto le hizo preguntarse cómo las personas pasamos de querer saberlo todo a evitar la información y cuál es el motivo de esta transición. Su equipo planteó entonces a los niños situaciones basadas en cinco motivos por los que solemos ignorar información, como evitar emociones negativas como ansiedad o decepción, no recibir noticias que cuestionen nuestra simpatía o capacidad, proteger nuestras creencias, mantener nuestras preferencias intactas y beneficiarnos a nosotros mismos sin sentirnos egoístas.
“Los humanos tenemos propensión a querer resolver la incertidumbre, pero cuando la resolución es amenazante, podemos recurrir a la evasión. Es importante ser capaz de tolerar e incluso aceptar cierto nivel de incertidumbre”
Un ejemplo: se les pedía pensar en su golosina favorita y en la que menos les gustaba. Después, se les ofrecía ver un vídeo sobre por qué ese dulce era malo para los dientes. El resultado del experimento mostró que los pequeños de 5 y 6 años querían ver ambos vídeos, mientras que los mayores preferían no enterarse de lo malo que era su dulce favorito, pero no tenían problema en descubrir lo malo de la golosina que no les gustaba.
Curiosamente, en el ámbito de la competencia (por ejemplo, saber si habían suspendido un examen) todos los niños, sin importar la edad, querían conocer la información. Los investigadores creen que esto puede estar relacionado con el “crecimiento personal” que se fomenta en la escuela: la idea de que con esfuerzo se puede mejorar. Los resultados se han publicado en la revista Psychological Science2.
Buscar el propio interés aparentando imparcialidad
Otro de los hallazgos del estudio fue cuándo los niños empiezan a usar la ambigüedad en su propio beneficio. Los investigadores llaman a esto “margen moral”: “Queremos actuar en nuestro propio interés, pero también nos importa mucho parecer justos ante los demás”, afirmó Santhanagopalan. “El margen de maniobra moral nos permite lograr ambos objetivos”.
En un experimento, los niños tenían que elegir entre dos cubos con pegatinas: uno les daba más a ellos, pero el reparto con su compañero estaba oculto. Aunque no les costaba nada averiguarlo, los más mayores preferían no saber cuántas pegatinas recibiría el otro, lo que les permitía elegir sin sentirse culpables. Ese “velo de ignorancia” les daba la libertad de actuar pensando en sí mismos, manteniendo al mismo tiempo la apariencia de imparcialidad.
Santhanagopalan reconoce que en algunos casos evitar información puede ser comprensible, ya que a veces protege del agobio o de la ansiedad. Pero excederse en esta actitud también puede traer problemas, como reforzar la polarización política o el pensamiento rígido. Por ello, para no caer en esta trampa, recomienda reflexionar sobre por qué evitamos ciertos datos: quizá estemos priorizando la comodidad inmediata en lugar de un beneficio a largo plazo. Reencuadrar la información incómoda como algo útil puede ser un buen paso.
Además, intervenir en edades tempranas podría ayudar a los niños a mantener su curiosidad natural y evitar que caigan en dinámicas de evasión. También aprender a convivir con la incertidumbre puede ser una herramienta valiosa: “Los humanos tenemos esta propensión a querer resolver la incertidumbre, pero cuando la resolución es amenazante, podemos recurrir a la evasión. Creo que es importante ser capaz de tolerar e incluso aceptar cierto nivel de incertidumbre”, concluye la investigadora.
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- 1“Origins of the ‘Ostrich Effect.’” University of Chicago News, 25 Sept. 2025, https://news.uchicago.edu/story/origins-ostrich-effect.
- 2Radhika Santhanagopalan, Jane L. Risen, y Katherine D. Kinzler. «Becoming an Ostrich: The Development of Information Avoidance». Psychological Science, vol. 36, n.º 7, SAGE Publications, 2025, pp. 528–544+, doi:10.1177/09567976251344551.
Actualizado: 29 de septiembre de 2025