Echarse siestas frecuentes ligado a más riesgo de ictus e hipertensión

Dormir siestas diurnas o de forma habitual se ha asociado a un riesgo mayor de padecer hipertensión arterial o accidente cerebrovascular, un vínculo debido a que los que la duermen reflejan tener un peor descanso nocturno.
Riesgo de ictus e hipertensión al echarse una siesta

26/07/2022

Millones de personas podrían tener el hábito de echar una cabezada después de comer, sin embargo, parece ser que dormir siestas con frecuencia, aunque pueden agradecerse, podrían esconder un efecto no tan positivo, pues un estudio publicado Hypertension, la revista de la American Heart Association, ha encontrado un vínculo con un mayor riesgo de padecer tensión arterial alta y accidentes cerebrovasculares, como un ictus, ya que podría ser un signo de mala calidad del sueño.

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La investigación que ha llegado a esta conclusión se realizó con más de 360.000 participantes entre 40 y 69 años que vivían en Reino Unido entre el 2006 y 2010 y que no tenían antecedentes previos de hipertensión arterial o de accidentes cerebrovasculares. Durante un periodo de 11 años los autores hicieron un seguimiento de ellos y se les tomó muestras de orina, sangre y saliva, además de recoger información detallada que indicaba cómo era su estilo de vida.

Los participantes fueron divididos en función de la frecuencia de siestas que practicaban en tres grupos: nunca o rara vez hacían siesta, a veces o generalmente. Las personas que dormían después de comer de manera más habitual eran hombres, con niveles de educación e ingresos más bajos, que fumaban tabaco, tomaban alcohol diariamente, tenían insomnio, roncaban y tenían más hábitos nocturnos, todo ello en comparación con las personas que no dormían siesta.

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Más riesgo de tensión alta en menores de 60 que duermen siesta

Los resultados mostraron que las personas que se echaban la siesta tenían hasta un 12% más de riesgo de desarrollar hipertensión arterial y un 24% más de probabilidades de sufrir un ataque o derrame cerebral. Estos datos cambiaban en función de la edad de los participantes, de esta manera se observó que el riesgo era mayor en los menores de 60 años.

Concretamente, los hallazgos dejaron ver que los que eran menores de 60 años y dormían habitualmente la siesta tenían un 20% más de probabilidades de hipertensión que los de la misma edad que no tenían este hábito. En el caso de los mayores de 60, este riesgo se reducía a un 10% más de tener presión arterial alta.

Las personas menores de 60 años que solían dormir siesta tenían un 20% más de riesgo de hipertensión, mientras que los menores de esa edad tenían un 10%

Además, los investigadores del trabajo llevaron a cabo una aleatorización mendeliana que indicó que si la frecuencia de las siestas aumentaba en una categoría, es decir, si pasaban de nunca hacerlas a hacerlas a veces, o de hacerlas a veces a normalmente, el riesgo de hipertensión aumentaba hasta en un 40%.

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“Esto puede deberse a que, aunque tomar una siesta en sí no es perjudicial, muchas personas que toman siestas pueden hacerlo debido a que duermen mal por la noche. Dormir mal por la noche está asociado con una mala salud, y las siestas no son suficientes para compensar eso”, ha explicado Michael A. Grandner, experto en sueño y miembro de la American Heart Association.

Milagros Merino, responsable del Programa de Medicina del Sueño de la Unidad de Neurología del Hospital Ruber Internacional y presidenta de la Sociedad Española de Sueño, ha reaccionado al estudio diciendo que “con la información disponible, no queda claro si la mayor frecuencia de ictus e hipertensión arterial entre los participantes que dormían siestas podría deberse a que tuvieran más apneas de sueño (trastorno que provoca somnolencia diurna y mayor riesgo de ictus e hipertensión). Dormir una siesta breve de menos de 20-30 minutos es reparadora, al contrario que las siestas prolongadas. Estas últimas reflejan, realmente, un sueño nocturno insuficiente por un trastorno de sueño como apneas, retraso de fase, jet-lag, trastornos del sueño por cambio de turnos o movimientos periódicos en piernas, entre otros”.

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No obstante, los autores han dado a conocer que su estudio también tiene algunas limitaciones que se deben tener en cuenta antes de sacar conclusiones precipitadas. Y es que, solo se tuvieron en cuenta la frecuencia de las siestas, y no se recopiló el tiempo de duración de las mismas. Por tanto, no se puede relacionar el riesgo de hipertensión e ictus con la duración del sueño diurno.

Por todo ello, creen que se deben seguir realizando investigaciones que consigan desentrañar el mecanismo biológico del efecto de la siesta en la regulación de la presión arterial y en los ataques o derrames cerebrales, de esta manera se podrían prevenir, salvando muchas vidas.

Actualizado: 5 de mayo de 2023

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