Dormir menos de 6 horas reduce la efectividad de las vacunas

Dormir poco –menos de seis horas por noche– puede reducir la efectividad de las vacunas (incluida la del COVID), según un estudio que ha asociado un sueño insuficiente con niveles más bajos de anticuerpos en respuesta a la vacunación.
Varón dormido junto a su teléfono móvil

14/03/2023

Dormir bien es uno de los factores que contribuyen a que nos mantengamos saludables, ya que no descansar lo suficiente puede generar numerosos problemas de salud. Ahora, un nuevo estudio revela que también afecta a la eficacia de las vacunas –incluida la del COVID– y que la protección que proporcionan puede depender de dormir lo suficiente en los días anteriores y posteriores a su administración, debido a que descansar ayuda a que nuestro sistema inmunitario genere una respuesta adecuada a la vacunación.

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Esta es la conclusión de un metaanálisis multicéntrico en el que se ha examinado la relación entre la duración del sueño y cómo responde el organismo a la vacunación. Los hallazgos se han publicado en Current Biology y muestran que las personas que dormían menos de seis horas cada noche producían una cantidad de anticuerpos significativamente inferior a las personas que dormían siete horas o más. El déficit era equivalente a dos meses de reducción de anticuerpos

“Dormir bien no solo amplifica, sino que también puede extender la duración de la protección de la vacunación”, afirma Eve Van Cauter, profesora emérita de la Universidad de Chicago, Estados Unidos, que en 2002 publicó junto a Karine Spiegel, del Instituto Nacional Francés de Salud y Medicina, un estudio pionero sobre los efectos que tiene el sueño en la vacunación.

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La duración del sueño influye en la respuesta a la vacunación

Cuando se desencadenó la pandemia por COVID-19 y vacunar a toda la población se convirtió en una prioridad a nivel mundial, estas científicas decidieron continuar con su investigación y revisaron junto a sus colegas la literatura disponible. Después combinaron y analizaron de nuevo los resultados de siete estudios de vacunación contra infecciones virales como gripe y hepatitis A y B, y las respuestas inmunes en función de la duración del sueño.

“Dormir bien no solo amplifica, sino que también puede extender la duración de la protección de la vacunación”

Compararon las respuestas de anticuerpos de los individuos que durmieron una cantidad de horas que se considera adecuada –entre siete y nueve horas por noche, en base a la recomendación de la Fundación Nacional del Sueño para adultos sanos–, con las de aquellos que durmieron menos de seis horas diarias. También se estudió esta relación comparando a hombres y mujeres, y a adultos mayores de 65 años con adultos más jóvenes.

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En el caso de la vacunación contra el coronavirus SARS-CoV-2, observaron que la respuesta de anticuerpos debilitados en individuos con un sueño de menor duración fue tan profunda que se asemejó a la disminución de los anticuerpos frente al COVID-19 dos meses después de la vacunación con las inyecciones de Pfizer-BioNTech o Moderna.

Los investigadores han encontrado diferencias en función del género y la edad, y comprobaron que el efecto de la duración del sueño en la producción de anticuerpos variaba mucho más en las mujeres, lo que se podría atribuir a la fluctuación de los niveles de hormonas sexuales ellas. “Sabemos por estudios inmunológicos que las hormonas sexuales influyen en el sistema inmunológico”, señala Spiegel, que añade que en “las mujeres, la inmunidad está influenciada por el estado del ciclo menstrual, el uso de anticonceptivos, la menopausia y el estado posmenopáusico. Sin embargo, ninguno de los estudios que analizamos disponía de datos sobre los niveles de hormonas sexuales”.

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El impacto negativo que tenía dormir poco en los niveles de anticuerpos también era mayor para las personas de 18 a 60 años, en comparación con las personas mayores de 65 años. Un hallazgo que no ha sorprendido a los investigadores porque, como ha indicado Van Cauter “los adultos mayores tienden a dormir menos en general; pasar de siete horas de sueño por noche a menos de seis horas no es un cambio tan grande como pasar de ocho horas a menos de seis por noche”.

Algunos de los métodos empleados para medir la duración del sueño lo hicieron directamente a través de pulseras de actividad con detección de movimiento o en un laboratorio del sueño, y otras mediciones se basaron en la información que proporcionaban los participantes sobre la duración de su sueño. “En ambos casos, la duración corta del sueño se asoció con niveles más bajos de anticuerpos, pero el efecto fue más fuerte en los estudios que utilizaron medidas objetivas, probablemente porque las personas son notoriamente malas para estimar la cantidad de sueño que han tenido”, explica Van Cauter.

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Esta experta opina que el hecho de saber que la duración del sueño influye sobre los resultados de la vacunación podría ofrecer a las personas cierto grado de control sobre su inmunidad. Por ejemplo, al analizar la variabilidad en la protección que proporcionan las vacunas contra el COVID se ha observado que las personas que presentan ciertas características o comorbilidades están menos protegidas: “los hombres están menos protegidos que las mujeres y las personas obesas están menos protegidas que las que no tienen obesidad. Se trata de factores sobre los que una persona individual no tiene control, pero sí podría 'modificar' su sueño”.

No obstante, los investigadores subrayan que queda mucho por averiguar sobre el sueño y su relación con la vacunación. “Necesitamos comprender las diferencias de sexo, qué días alrededor del momento de la vacunación son los más importantes y exactamente cuánto se necesita dormir para ofrecer recomendaciones a la población”, afirma Spiegel, que añade que “en los próximos años se van a vacunar millones y millones de personas, por lo que este influjo es un aspecto que puede ayudar a maximizar la protección”.

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“Se necesitan estudios a gran escala para determinar cuándo se debe dormir lo suficiente para promover una respuesta óptima a la vacuna en el momento de la inoculación”, concluye Michael Irwin, coautor del estudio y director del Centro Cousins ​​de Psiconeuroinmunología del Instituto Jane y Terry Semel de Neurociencia y Comportamiento Humano de la UCLA.

Actualizado: 14 de marzo de 2023

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