Descubren por qué el COVID persistente puede causar dolor

Descubren los mecanismos involucrados en el dolor que experimentan algunos pacientes con COVID persistente y que un fármaco contra el cáncer resulta eficaz para aliviar este síntoma en hámsteres infectados por SARS-CoV-2.
COVID persistente, ¿por qué causa dolor?

06/04/2022

La pandemia por coronavirus ha dejado secuelas en muchas de las personas que se infectaron con el SARS-CoV-2 y que tras superar la enfermedad siguen padeciendo problemas de salud, que se han definido como COVID persistente o prolongado. Entre los numerosos síntomas que presentan –se han identificado ya más de 200– también está el dolor de cabeza o el dolor muscular, entre otros. Ahora, un grupo de científicos ha descubierto por qué el dolor puede ser una secuela a largo plazo de este virus.

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Los resultados de la investigación pueden ayudar también a encontrar terapias para tratar el dolor asociado al COVID-19. “Un número significativo de personas que sufren de COVID prolongado experimentan anomalías sensoriales, incluidas varias formas de dolor”, ha explicado el Dr. Randal (Alex) Serafini, candidato de la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai en la ciudad de Nueva York. “Usamos la secuenciación de ARN para obtener una instantánea de los cambios bioquímicos que desencadena el SARS-CoV-2 en una estructura que transmite el dolor llamada ganglio de la raíz dorsal”.

Para realizar el estudio los investigadores emplearon un modelo de hámster de infección por SARS-CoV-2 –por vía intranasal–, en el que los síntomas de COVID son similares a los experimentados por las personas, y descubrieron que la infección dejaba una firma de expresión génica en los ganglios de la raíz dorsal que se mantuvo incluso después de que el virus fuera eliminado. Esta firma coincidía con los patrones de expresión génica que se habían observado en el dolor provocado por otras afecciones.

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El COVID causa alteraciones que se mantienen en el tiempo

“Nuestros hallazgos podrían potencialmente conducir a nuevas terapias para pacientes que sufren de COVID agudo y prolongado, así como otras condiciones de dolor”, afirma Serafini. “Nuestro estudio también muestra que el SARS-CoV-2 causa efectos a largo plazo en el cuerpo de maneras drásticamente nuevas, lo que subraya aún más por qué las personas deben tratar de evitar infectarse”.

“Los inhibidores de ILF3 podrían apuntar potencialmente a los mecanismos del dolor que son específicos de los pacientes con COVID, tanto de forma aguda como crónica”

Los investigadores encontraron que los hámsteres infectados con el coronavirus presentaron una ligera hipersensibilidad al tacto poco después de la infección, que se volvió más grave con el tiempo, hasta 30 días. Después llevaron a cabo experimentos similares con el virus de la gripe A para comprobar si otros virus de ARN promueven respuestas similares.

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Observaron que el virus de la gripe A provocaba una hipersensibilidad temprana más grave que la causada por el SARS-CoV-2, pero que esta desaparecía cuatro días después de la infección. Al analizar los patrones de expresión génica en los ganglios de la raíz dorsal descubrieron que el SARS-CoV-2 había provocado un cambio más relevante en los niveles de expresión de los genes involucrados en los procesos de señalización específicos de las neuronas en comparación con la gripe.

Cuatro semanas después de que los roedores se recuperasen de la infección viral las pruebas mostraron que mientras lo que habían sido infectados con la gripe ya no manifestaban signos de hipersensibilidad a largo plazo, los infectados por SARS-CoV-2 si presentaban un empeoramiento de la hipersensibilidad que se traduce en dolor crónico, y firmas de expresión génica parecidas a las observadas en los ganglios de la raíz dorsal de ratones afectados por dolor inducido por inflamación o lesión nerviosa.

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Potenciales terapias para aliviar el dolor pos-COVID

Análisis bioinformáticos permitieron a los científicos comprobar que el SARS-CoV-2 reduce la actividad de varios reguladores del dolor identificados previamente y una proteína llamada factor de unión potenciador de interleucina 3 (ILF3). ILF3 no se ha estudiado todavía en el contexto del dolor, pero es un potente regulador del cáncer. Los investigadores administraron a los animales un fármaco contra el cáncer que inhibe la actividad de ILF3 y comprobaron que era muy eficaz para tratar el dolor en un modelo de ratón con inflamación localizada.

“Creemos que los candidatos terapéuticos derivados de nuestros datos de expresión génica, como los inhibidores de ILF3, podrían apuntar potencialmente a los mecanismos del dolor que son específicos de los pacientes con COVID, tanto de forma aguda como crónica”, ha destacado Serafini. "Curiosamente, vimos algunas proteínas asociadas con el cáncer que surgieron como objetivos previstos para el dolor, lo cual es emocionante porque ya se han desarrollado muchos medicamentos para actuar contra algunas de estas proteínas y se han probado clínicamente. Si podemos reutilizar estos medicamentos, esto permitiría reducir drásticamente la línea de tiempo de desarrollo terapéutico”.

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Esta investigación ha sido presentada por Serafini en la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Farmacología y Terapéutica Experimental durante la reunión de Biología Experimental (EB) 2022, celebrada en Filadelfia entre el 2 y el 5 de abril. Los investigadores están trabajando para identificar otros compuestos que podrían reutilizarse y al mismo tiempo están atentos a los nuevos compuestos que podrían inhibir la actividad de ILF3.

Actualizado: 5 de mayo de 2023

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